Adolescencia

La adolescencia es una etapa crucial en la construcción de la personalidad. Es el momento donde se viven experiencias significativas que marcan el paso hacia la juventud, y donde se empieza a ser más consciente de los roles de género, la sexualidad y las relaciones afectivas. En esta fase, el entorno —especialmente las amistades y el mundo digital — cobra un peso importante en la forma en que se entienden y se viven estas experiencias.

Para los chicos africanos y afrodescendientes que crecen en contextos occidentales, esta etapa se vuelve aún más compleja. La influencia de referentes digitales, la presión social y la exposición a ciertos riesgos como el consumo de sustancias o el ocio nocturno se entrelazan con oportunidades reales de desarrollo, si cuentan con el apoyo adecuado. Pero también se enfrentan a situaciones particulares como la adultificación temprana o las experiencias de racismo cotidiano, como las paradas por perfil racial, que pueden dejar huellas profundas. Según datos del Informe Bajo Sospecha (2022) el 39% de los hombres negros desde temprana edad en Europa por detrás de los hombres árabes y de étnia gitana quienes más sufren estos paradas. 

Además, en el sistema educativo muchas veces se proyectan bajas expectativas sobre ellos, lo que limita sus oportunidades académicas y laborales. En relación con las microagresiones por criminalización y la teoría del déficit, Taylor (2017) y Tefera et al. (2022) concluyen que se aplican más sanciones disciplinarias a estudiantes racializados, es decir, se les acusa con más frecuencia de haber cometido infracciones y de tener falta de habilidades sociales. En el ocio también viven exclusión, al generar espacios segregados a través del «derecho de admisión´´ y los mandatos de género desde lo familiar pueden chocar con los de la sociedad, generando conflictos internos que afectan su autoestima, identidad de género y sentido de pertenencia. Esto puede derivar en respuestas como el aislamiento, la rebeldía o la búsqueda de aceptación en entornos poco seguros. 

Por eso es clave generar espacios seguros y adaptados donde puedan expresarse sin filtros, hablar de lo que sienten, de sus dudas reales y necesidades concretas. Fomentar actividades artísticas, deportivas o de participación social que conecten con referentes saludables, donde se trabaje el respeto por la diversidad, la lucha contra el racismo y la corresponsabilidad en casa, puede ser transformador para su desarrollo personal y emocional.

La adolescencia es una etapa crucial en la construcción de la personalidad. Es el momento donde se viven experiencias significativas que marcan el paso hacia la juventud, y donde se empieza a ser más consciente de los roles de género, la sexualidad y las relaciones afectivas. En esta fase, el entorno —especialmente las amistades y el mundo digital — cobra un peso importante en la forma en que se entienden y se viven estas experiencias.

Para los chicos africanos y afrodescendientes que crecen en contextos occidentales, esta etapa se vuelve aún más compleja. La influencia de referentes digitales, la presión social y la exposición a ciertos riesgos como el consumo de sustancias o el ocio nocturno se entrelazan con oportunidades reales de desarrollo, si cuentan con el apoyo adecuado. Pero también se enfrentan a situaciones particulares como la adultificación temprana o las experiencias de racismo cotidiano, como las paradas por perfil racial, que pueden dejar huellas profundas. Según datos del Informe Bajo Sospecha (2022) el 39% de los hombres negros desde temprana edad en Europa por detrás de los hombres árabes y de étnia gitana quienes más sufren estos paradas. 

Además, en el sistema educativo muchas veces se proyectan bajas expectativas sobre ellos, lo que limita sus oportunidades académicas y laborales. En relación con las microagresiones por criminalización y la teoría del déficit, Taylor (2017) y Tefera et al. (2022) concluyen que se aplican más sanciones disciplinarias a estudiantes racializados, es decir, se les acusa con más frecuencia de haber cometido infracciones y de tener falta de habilidades sociales. En el ocio también viven exclusión, al generar espacios segregados a través del «derecho de admisión´´ y los mandatos de género desde lo familiar pueden chocar con los de la sociedad, generando conflictos internos que afectan su autoestima, identidad de género y sentido de pertenencia. Esto puede derivar en respuestas como el aislamiento, la rebeldía o la búsqueda de aceptación en entornos poco seguros. 

Por eso es clave generar espacios seguros y adaptados donde puedan expresarse sin filtros, hablar de lo que sienten, de sus dudas reales y necesidades concretas. Fomentar actividades artísticas, deportivas o de participación social que conecten con referentes saludables, donde se trabaje el respeto por la diversidad, la lucha contra el racismo y la corresponsabilidad en casa, puede ser transformador para su desarrollo personal y emocional.

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